Por el Lic. Víctor M. Oxley
Ynsfrán
"En 1923, nuestro músico -escribe la
autora uruguaya Graciela Paraskevaídis refiriéndose a Eduardo Fabini- lleva a
cabo una gira por el interior del Uruguay con el andariego guitarrista y
compositor paraguayo Agustín Pío Barrios, y Campo
(obra emblemática de Fabini) se estrena en el Teatro Colón de Buenos Aires dirigido
por Richard Strauss". Hoy se tiene bien documentado de que Agustín Pío
Barrios reside por Uruguay en lo que van de los años, entre 1911 a 1929, vivió
por el lapso aproximado de 10 años intermitentemente en la República charrúa.
Dentro de su itinerario nómada, el Uruguay es lugar clave para comprender su
evolución como genio de la composición para la guitarra clásica por varios
motivos.
Para 1912 –según Manuel José Aracri- Agustín
Barrios desembarca en el puerto de Montevideo. Se contacta con el Sr. Carlos U.
Trápani quien tenía una tienda y editora musical en la capital uruguaya.
Trápani se convertiría a través de los años en un amigo muy cercano a Barrios,
y sería el primero que fungiría de editor de sus obras, así en 1921 edita
"Humoreske" y "Madrigal-Gavota".
En el año 1913 –según Manuel Aracri- Barrios
ofrece conciertos por Montevideo, Salto, Artigas, Tacuarembó, Fray Bentos,
también realiza tres conciertos en Minas, departamento de Lavalleja, en donde
se presenta junto a su nuevo amigo y compañero del arte el violinista Eduardo
Fabini (1882-1950). Este excelente y bien dotado músico, violinista (también
guitarrista) y compositor uruguayo fue la mayor influencia y asimilación
estética que Agustín Barrios recibiera en toda su carrera.
Una reseña de estos conciertos
con Fabini, en cuanto al programa incluido en ellos nos da Aracri. Así en el
primero, Barrios tocaría Bourré (Bach), Capricho Español (Barrios), por su
parte Fabini interpretaría al violín El Cisne (Saint Saens), Serenata (Drila)
con Barrios acompañándole en la guitarra. Luego en solo de guitarra Barrios
ejecutaría Aire de Zamba (Barrios), Minué (Paderewsky), y en dúo con Fabini
Reverie (Schumann), Canto de Amor (Kreisler). Nuevamente en solo de guitarra
Barrios presentaría Contemplación (Barrios) y Rapsodia Americana; el dúo lo
culminarían con Fabini con Siciliana, Rogodón (Francoeur) y el Carnaval de
Venecia (Paganini). En un segundo concierto presentarían el siguiente programa:
Mangoré a la guitarra por su lado Minuet (Beethoven), Variaciones sobre un tema
de Mozart; y a dúo con Fabini Danza Española Nro. 5 (Granados) y Vals (Kreisler).
En la tercera parte culminarían con Barrios a la guitarra solista con Souvenir
D´un Rève (Barrios), Potpurrí lírico (arreglado por Barrios) y a dúo con Fabini
el Cisne (Saint Saens), Mazurca (Segura) y Zapateando (Sarasate).
El Decreto fechado el 4 de
febrero de 1927 firmado por el presidente uruguayo Don José Serrato adscribe
como agregado cultural y Artístico de la embajada del Uruguay en Washington a
Eduardo Fabini, justo mérito como corolario al Premio Nacional de Música recibido
por sus composición La Isla de los Ceibos
ese mismo año. He
aquí que llega el tiempo en que vibrante en su tallo / Cada flor se evapora
cual un incensario / Los sonidos y los perfumes giran en el aire de la tarde / ¡Vals
melancólico y lánguido vértigo! [...] El violín vibra como un corazón afligido
/ ¡Tu recuerdo en mí luce como una custodia! escribía
Charles Baudelaire en su poema "Armonía de la Tarde", y que mejor
verso poético para pintar la memoria de su gran amigo -por parte de Agustín
Barrios- quien con ese nombramiento consular, lo abandonaba, quizás para
siempre.
Agustín Barrios era muy atento a
los mitos folklóricos y a los elaborados sofisticadamente en la literatura. El contacto
con el imaginario colectivo bonaerense en torno a las historias de “la cautiva
blanca” por los años del Centenario de la independencia argentina en 1910, en las obras “Siripo” de José Manuel
Lavardén, o las novelas “Lucía Miranda” de Rosa Guerra o Eduarda Mansilla
todavía en circulación por aquellos años, cumplieron el objetivo de proyectar
convertirlo en un futuro no muy lejano en la caracterización teatral de un
concertista nativo: el Cacique Nitsuga Mangoré, el Paganini de las Junglas del
Paraguay.
Entre las muchas composiciones
creadas en el periodo "charrúa" de Agustín Barrios se encuentran las
composiciones "Luz Mala" y "Fuegos Fatuos". Estos dos
títulos son equivalentes semánticamente hablando, pues los dos hacen referencia
a creencias del folklore rioplatense y europeos muy comunes. El Fuego Fatuo es
producido por materia orgánica en putrefacción que libera fósforo, se pueden
ver -al anochecer o de noche- pequeñas llamas flotantes a corta distancia de la
superficie, sobre este fenómeno natural se ha tejido un montón de historias. La
Luz Mala es el fenómeno en el cual, en la obscuridad de la noche, se aparece
una luz, y esta en la creencia popular es debida a "un alma en pena",
alguien que no tuvo cristiana sepultura, o alguien dueño de un tesoro que busca
espantar al transeúnte del lugar. Científicamente es el reflejo que produce la
luz de la luna en las osamentas de las vacas muertas en el campo. En la
creencia popular explicaban que las vacas muertas mismas eran por causa del
espíritu maligno que se aparece en el lugar. En referencias directas a estos
fenómenos, Agustín Barrios compuso las obras Luz Mala y Fuegos Fatuos. No está
demás acotar que el Fuego Fatuo es tratado por Johann Wolfgang von Goethe en su obra La serpiente
verde y la bella azucena, también Samuel Taylor Coleridge en su poema Balada del viejo marinero alude a él, y
en cuanto a la cultura musical es Franz Liszt quien a su quinto estudio
transcendental tituló Fuegos Fatuos (Feux
Follets) y Manuel de Falla compuso una obra "Canción del fuego fatuo".
Agustín Barrios, hombre de
amplios intereses culturales, entre otras manifestaciones a parte de la
guitarra, el teatro, el dibujo, la poesía y la literatura, dominaba en alto
grado estas artes, por ello entre sus producciones también artísticas debemos
contar con sus dibujos, poesías y la prosa culta y refinada de su epistolario.
En este escrito, quiero poner el acento en la cultura literaria que en esta
época "charrúa" esgrimiera Barrios.
De los tantos manuscritos entregados
a su mecenas y amigo, el uruguayo Don Martín Borda y Pagola, se encuentra una
bellísima obra titulada "Oración de la Tarde" (llamada primariamente
"Plegaria" en 1924) re-escrita en fecha 18 de marzo de 1929 y
dedicada a su amigo Martín Gil. No me resisto a asociar esta página de la
música universal del genio mangoriano con el gran escritor francés Charles
Baudelaire, por varios motivos. Los títulos de ambas obras son muy cercanos, y
más cuando del título original de "Plegaria" Barrios la rebautiza
como "Oración de la Tarde"; el contenido poético del francés puede
asociarse con lo anímico en Barrios por ese entonces, pues a la partida de su
gran amigo -Eduardo Fabini- hacia el gran país del norte, y la suya que pronto
tomará rumbos indeterminados, evoca en la nostalgia a esas serenatas en violín
y guitarra que dieran juntos por las serranías de la hermosa patria Oriental.
Si miramos un poco entre los
títulos de las obras de Agustín Barrios, compuestas en este periodo
"charrúa" mangoriano podemos encontrar entre otras estas: Confesión
(1923), Danza Macabra (1918), Flores Murchas (1918), Adieu (1918) y Madrigal
(1920).
En su poema
"Confesión",
Baudelaire dice:
se apoyó ( sobre del denso fondo de mi alma Ese recuerdo no ha palidecido) [...] Que fiar en corazones es algo bien estúpido / Que es todo trampa, belleza y amor / Y al final el Olvido los arroja a un cesto / ¡Y los torna a la Eternidad! / Esa luna encantada evoqué con frecuencia / Ese silencio y esa languidez / Y aquella confidencia penosa, susurrada / Del corazón en el confesionario.
Este poema puede relacionarse con su amada y compatriota,
florideña de origen, Gregoria Isabel Villalba, el gran amor de Barrios con
quien no pudo formar su nido de hornero,
tal vez por causas ajenas a su voluntad, y que en el abandono prolongado de
este, no por unas semanas -como lo prometiera el futuro genio de la guitarra- sino
por varios años, su amada sucumbe a los brazos de su amigo Dionisio Basualdo.
"Danza Macabra" es un poema por el cual bien se
gana Baudelaire el mote por parte de la sociedad conservadora de "poeta
maldito", Como un viviente, arrogante de su
noble estatura / Con su gran ramillete, su pañuelo y sus guantes / Ella tiene
la indolencia y la desenvoltura / De una coqueta flaca de porte extravagante
[...] El frunce que juega al borde de las clavículas / Cual arroyo lascivo
frotándose en el peñasco / Defiende púdicamente de las chanzas ridículas / Los
fúnebres encantos que ella sabe ocultar [...] ¿Con el cantar de los violines, y
las llamas de las bujías / Esperas expulsar tu pesadilla burlona / Y vienes a
implorar al torrente de las orgías / Que refresque el infierno encendido en tu
corazón? [...] El abismo
de tus ojos, pleno de horribles pensamientos / Exhala el vértigo, y los bailarines prudentes / No contemplarán
sin amargas náuseas / La sonrisa eterna de tus treinta y dos dientes [...]; en
este poema da rienda suelta a su blasfémica logogogia y como tal, sonroja hasta
la impertérrita puritana. Tal vez el goce estético por lo poético del contenido
fuese el atractivo al cual sucumbe Barrios por parte de Baudelaire y de esta rémora,
bautiza a su obra con el mismo título, con el fin de evocar cada vez que lo
ejecutara el éxtasis catártico de su continuo goce por partida doble, tanto
musical y literario.
Así también la muy difundida obra de Barrios,
"Madrigal", podría tener un referente poético, en este caso el bello
texto del "Madrigal Triste" de Baudelaire. Este poema dice: ¿Qué me importa de tu cordura? ¡Sé
bella! ¡Y sé triste! Que el llanto, le da a tu rostro cierto encanto, cual la
lluvia a la flor la frescura, y el río al paisaje otro tanto.
A esta altura de los argumentos, no me resisto a
referenciar, que tanto "Armonía de la Tarde", "Confesión", "Danza
Macabra" y "Madrigal" muy bien se relacionan con la composición
musical "Flores Murchas" de Agustín Barrios, que en este contexto muy
bien podría titularse "Las Flores del Mal", vale acotar que todos los
poemas citados pertenecen integralmente a la emblemática obra del gran poeta
francés Charles Baudelaire.
Pero más allá de estas referencias a la obra del poeta
"maldito" Baudelaire, lo que bien se podría señalar es que Agustín
Barrios era un apegado a la buena literatura, y en este caso a la francesa,
pues entre sus obras de este periodo podemos encontrar también a otras que muy
bien pueden referenciarse como el caso de Baudelaire a otro grande de la
poética francesa, Guillaume Apollinaire.
Guillaume Apollinaire (1880-1918)
Así, la composición mangoriana, cuyo título va marcado de
"Loreley" bien también puede tener connotaciones poéticas, en este
caso en "La Loreley" de Apollinaire. En este poema Apollinaire narra
magistralmente el mito de la "roca hechizada" del Rhin, en el cual
una doncella traicionada por su amante, quien en lo insoportable de su pena, se
suicida precipitándose desde lo alto del risco. Este mito se transformó en la
sirena hija del Rhin, de ropas blancas y cabellera de oro, quien a través de su
hermosa y seductora voz, atraía a los jóvenes con su hechizo; estos en su búsqueda
trepaban los afilados riscos, más cuando a punto de alcanzarla, ella
desaparecía y estos caían al abismo de las obscuras aguas del Rhin ahogándose
en él. Otra obra muy sugestiva de Barrios con tintes franceses es su composición
"Adieu"; que símil a lo argumentado líneas atrás bien pudiese
referenciar al poema "Adieu" también del autor francés Apollinaire. Tomé
esta brizna de brezo / El otoño ha muerto recuérdalo / No nos veremos más sobre
la tierra / Olor del tiempo brizna de brezo / Y recuerda que yo te espero.
Que la cultura francesa tenga influencia en Barrios, se
evidencia también por otros títulos de su obra como ser "Souvenir D´un
Rève" -obra de un bello lirismo en trémolo- conocido a posteriori como
"Sueño en la Floresta", esta obra rinde un tributo a un bello trémolo
de Francisco Tárrega "Sueño", y es también un eco de la obra de
Robert Schumann "Traumerai", referenciado por Barrios en sus
conciertos por el título equivalente en francés de "Reverie".
De las obras citadas, "Oración de la Tarde",
"Confesión", "Humoreske", "Danza Macabra", "Flores
Murchas", "Adieu" y "Madrigal",
solo se conservan en partituras de puño y letra de Barrios, la primera, la
segunda, la tercera y la última; "Luz Mala" y "Fuegos Fatuos"
existen en manuscritos hechos también por
el propio Agustín Barrios.
Como hecho
curioso podemos describir que Agustín Barrios conoce a la mulata Gloria Silva
en el Brasil, y la convierte en su amante, así también lo haría Baudelaire con
la actriz mulata de origen tahitiano de nombre Jeanne
Duval, quien inspirara al poeta sus más encumbradas letras, entre ellas "A
une Dame Creóle" (A una dama criolla): En
el país perfumado que el sol acaricia / Yo he conocido, bajo un dosel de
árboles empurpurados / Y palmeras de las que llueve sobre los ojos la
pereza / A una dama criolla de encantos ignorados / Su tez es pálida; la
morena encantadora / Tiene en el cuello un noble amaneramiento / Alta y
esbelta, al marchar como una cazadora / Su sonrisa es tranquila y sus ojos
arrogantes.
En otra entrega a manera de artículo explicitaré la
concepción estética de Agustín Barrios, así también en siguientes escritos volveré
sobre las influencias de Eduardo Fabini sobre Agustín Barrios, en cuanto sus
progresos en el arte de la composición musical.
Para ir cerrando este artículo expongo el bello poema
"El Surtidor" de Baudelaire: ¡Tus hermosos ojos están
fatigados, pobre amante! / Quédate mucho tiempo, sin volverlos a abrir / En esa postura indolente / En que
te sorprendió el placer / En el patio el surtidor que brota / Y no se calla ni
de noche ni de día / Entretiene dulcemente el éxtasis / En que, en esta tarde me sumió el amor / El haz desparramado / En mil flores / Donde Febo gozoso / Pone sus colores / Cae cual una lluvia/ De
prolongadas lágrimas / Así tu alma que enciende / El ardiente rayo de las
voluptuosidades / Se arroja, rápida y atrevida / Hacia la amplitud de los cielos encantados / Luego, ella se derrama moribunda /
En una oleada de triste languidez / Que por una invisible pendiente / Desciende
hasta el fondo de mi corazón / El haz desparramado / En mil flores / Donde Febo
gozoso / Pone sus colores / Cae cual una lluvia / De prolongadas lágrimas / ¡Oh tú a quien la noche torna tan bella / Qué
dulce me es, inclinando sobre tus senos / Escuchar la queja eterna / Que
solloza en las fuentes! / Luna, agua sonora, noche bendita / Árboles que
tembláis alrededor / Vuestra pura melancolía / Es el espejo de mi amor / El haz
desparramado / En mil flores / Donde Febo gozoso / Pone sus colores / Cae como
una lluvia / De prolongadas lágrimas; por cierto existe una obra nominada así por Agustín Barrios, y que
contextualizado en este marco esbozado a lo largo de las líneas atrás, muy bien
podría ser una obra bautizada bajo el influjo hechizado de la pluma del poeta "maldito"
Baudelaire.
Se puede decir que la influencia de Charles Baudelaire en Agustín Barrios solo se manifestaría en el placer que le produciría la referencia del lenguaje "simbólico" del escritor francés, y el bautismo de obras con títulos de la opera baudelairiana no necesariamente significa la adopción estética en cuanto principios del arte elaborados por este por parte de Barrios, pues la opera mangoriana discurre sobre otros principios estéticos.
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